Hoy me he encontrado de frente con mi sufrimiento por la relación de maltrato que viví con mi pareja.

El maltrato psicológico es «silencioso». Doy gracias porque nunca me pegó, pero no por ello es menos peligroso o doloroso. No deja huellas externas, pero sí internas y muy profundas. Y como no hay pruebas evidentes, la gente incluso te cuestiona si te atreves a compartirlo.

Soy muy sensible, pero no soy corta ni estúpida. Nunca pensé que acabaría así. Fue poco a poco. Me fue alejando de todos, incluso de mi familia hasta que solo me quedó él.

Dejé de creer en mí misma; en lo que había visto y oído, en lo que sabía. Decía que estaba loca y yo me lo creía. Me conocía tan bien que cogía una inseguridad, le daba la vuelta a un argumento en un instante y era culpa mía.

Siempre era yo la que me equivocaba. No me pegaba, pero me «agredía» dándome golpes que a veces duelen más. Decía que era culpa mía y yo creía que era verdad.

Al principio me trataba muy bien. No soy tonta; no me enamoré de un maltratador sino de alguien que me hacía sentir feliz, querida, deseada, considerada. Era brillante, encantador y convincente. Tan brillante y convincente que hasta a los psicólogos y psiquiatras les hacía ver que yo no estaba bien.

Aunque no quiero seguir siendo su víctima y me esfuerzo en superarlo, me pregunto si esas heridas que nadie vio ni ve se curarán del todo algún día.

Anónimo

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.